Por Chiara Secco
En los últimos años, ha cobrado relevancia la “disciplina positiva”. ¿Alguna vez has escuchado sobre ella? ¿Qué es lo primero que viene a tu mente? Muchas personas piensan que es un “método para la generación de cristal, que hace que los niños se vuelvan frágiles porque no hay límites ni castigos” y lo contraponen a las experiencias de crianza que tuvieron en la infancia, con castigos físicos incluso, y mencionan que “salieron bien porque no les pasó nada”.
¿Si? Desde Rapport nos preguntamos si esto es realmente así, si “no pasó nada” y reflexionamos sobre cómo impacta en la construcción del psiquismo y en las relaciones vamos construyendo a lo largo de nuestra vidas. Una de esas relaciones es aquella que creamos con nuestros hijos e hijas. Sabemos que la maternidad y paternidad nos conecta con la forma como fuimos criados nosotros, desde los aspectos positivos que generaron mucho bienestar y uno quiere repetir, hasta lo negativo que le gustaría que nunca hubiera sucedido. Así, inevitablemente, podemos repetir patrones de crianza y comportamiento con nuestros hijos, y puede resultar complejo pensar en hacer un cambio hacia otros estilos más asertivos, tales como la disciplina positiva.
Entonces, surge la pregunta: ¿de qué se trata la disciplina positiva? La DP es un modelo educativo que busca desarrollar las relaciones de respeto mutuo y apuesta por el desarrollo de las habilidades socioemocionales y de vida desde el respeto y la cooperación. Se basa en cinco criterios básicos:
Sostiene la importancia de ayudar a los niños a desarrollar un sentido de conexión, pertenencia e importancia.
Es amable y firme al mismo tiempo.
Es efectiva a largo plazo, porque considera que el niño siente, piensa y decide sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodea.
Enseña habilidades sociales y básicas para la vida, como el respeto, la empatía, la resolución de problemas y la cooperación, que les permitirán desenvolverse y contribuir en cualquier espacio social en el que se encuentren.
Favorece que los niños descubran sus capacidades y habilidades, lo que facilita el desarrollo de la autonomía, independencia, autoestima y autoconfianza.
Los invitamos a pensar sobre sus propias experiencias en la infancia y a reflexionar sobre cómo ha impactado en quiénes son hoy. Si es que son papás o mamás, ¿ven alguna conexión con su propio estilo de crianza? ¿Hay algo que quisieran cambiar o incorporar para favorecer el desarrollo y la salud mental de sus niños y, por lo tanto, la de su familia? Pensemos juntos.
Referencia:
Nelsen, J. (2001). Disciplina Positiva. Estado de México: Editorial Ruz.